Mi suegra, Lily, vino a Tokio desde mi ciudad natal para apoyar a mi esposa maltratada antes de dar a luz. Pensé que mi esposa se calmaría porque su suegra la estaba cuidando, pero mi estado de ánimo aún no mejoraba y me ordenaron que dejara de masturbarme si no podía sentirme mejor. Me perturbaba el deseo sexual que iba creciendo día a día, le mentí a Lily diciéndole que era una costumbre japonesa y le pedí que ocupara el lugar de mi esposa. Lily estaba avergonzada y avergonzada, pero poco a poco aceptó mi polla...